La época de las comunas

La época de las comunas

La Comuna de París (en francés: La Commune de Paris) fue un breve movimiento insurreccional que gobernó la ciudad de París del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, instaurando un proyecto político popular autogestionario que para algunos autores se asemejó al anarquismo o al comunismo.

Tras la derrota y derrumbe del gobierno imperial de Napoleón III en la Guerra Franco-Prusiana (1870–71), París fue sometida a un sitio de más de cuatro meses (19 de septiembre de 1870 – 28 de enero de 1871), que culminó con la entrada triunfal de los prusianos -que se retiraron de inmediato- y la proclamación imperial de Guillermo I de Alemania en el Palacio de Versalles.

Debido a que París no aceptaba rendirse, la nueva Asamblea Nacional y el gobierno provisional de la República, presidido por Adolphe Thiers, prefirieron instalarse en Versalles y desde ahí doblegar a la población rebelde. El vacío de poder en París provocó que la milicia ciudadana, la Guardia Nacional Francesa, se hiciera de forma efectiva con el poder a fin de asegurar la continuidad del funcionamiento de la administración de la ciudad. Se beneficiaron del apoyo y de la participación activa de la población obrera descontenta, del radicalismo político muy extendido en la capital que exigía una república democrática, y de la oposición a la más que probable restauración de la Monarquía borbónica. Al intentar el gobierno arrebatarles el control de las baterías de cañones que habían sido compradas por los parisinos por suscripción popular para defender la ciudad, estos se alzaron en armas. Ante esta rebelión, Thiers ordenó a los empleados de la administración evacuar la capital, y la Guardia Nacional convocó elecciones para el consejo municipal que fue copado por radicales republicanos y socialistas.

La Comuna (el término commune designaba y aún designa al ayuntamiento) gobernó durante 60 días promulgando una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza. Tras un mes de combates, el asalto final al casco urbano provocó una fiera lucha calle por calle, la llamada Semana Sangrienta (Semaine sanglante) del 21 al 28 de mayo. El balance final fue de unos 30.000 muertos y el sometimiento de París a la ley marcial durante cinco años.

Ya que los sucesos de la Comuna de París tuvieron lugar antes del cisma entre anarquistas y marxistas, ambos movimientos políticos la consideran como propia y la celebran como la primera toma de poder de las clases proletarias en la historia de Europa occidental. Marx la describió como el primer ejemplo concreto de una dictadura del proletariado en la que el Estado es tomado por el proletariado, a lo que Bakunin respondió que –al no depender de una vanguardia organizada y no haber arrebatado el poder al Estado francés o intentado crear un estado revolucionario– la comuna parisina era anarquista.

La revolución puso inesperadamente el poder en manos de la Guardia Nacional, que había asegurado la defensa de la ciudad durante la guerra, mientras el Gobierno de Defensa Nacional dirigido por Adolphe Thiers se encontraba refugiado en Burdeos. La comuna fue posible gracias a un levantamiento popular de todas las tendencias republicanas dentro de París después de que la Guerra Franco-prusiana terminase con Francia derrotada.1 La guerra con Prusia, comenzada por Napoleón III («Louis Napoleón Bonaparte») en julio de 1870, se desarrolló desastrosamente para Francia, y en septiembre del mismo año tras la derrota en la Batalla de Sedán, los diputados republicanos derrocaron el Imperio y proclamaron la República.2 Días después París quedó bajo el asedio del ejército enemigo.

La escasez de comida, sumada al constante bombardeo prusiano, llevó a un descontento general. Desde la revolución de 1848 la población se había vuelto cada vez más receptiva a ideas republicanas más radicales. Una demanda específica fue la de que París debía poseer un gobierno autónomo, con una comuna elegida por la propia población, algo que ya disfrutaban la mayor parte de las ciudades francesas, pero que era negado a París por un gobierno temeroso de la indócil población de la capital. Un deseo más vago pero también relacionado fue el de un sistema de gestión de la economía más justo, si no necesariamente un sistema socialista, resumido en el grito popular de «la république démocratique et sociale!».

En enero de 1871, cuando ya habían transcurrido 4 meses de asedio, Louis-Adolphe Thiers, futuro jefe ejecutivo (más tarde presidente) de la Tercera República Francesa,1 buscó un armisticio que fue firmado el día 26 en el Palacio de Versalles, a la espera de que se lograran acuerdos de paz definitivos.3 El Canciller Otto von Bismarck, que se había instalado en Versalles, representaba al emperador de Alemania: exigió para París la rendición de las plazas fuertes de las fortificaciones que rodeaban la capital, el desarme de los soldados que aseguraban la defensa de la capital, la posibilidad de entrar en París y el pago de un rescate de 200 millones de francos.

Por aquel tiempo más de 200.000 parisinos eran miembros armados de la «Guardia Nacional», una milicia de ciudadanos dedicada al mantenimiento del orden público en tiempos de paz, pero que desde septiembre de 1870 se había expandido mucho (de 60 a 254 batallones) para ayudar a defender la ciudad. Los batallones elegían a sus propios oficiales y poseían algunos cañones que habían sido fabricados en París y pagados por suscripción pública. La ciudad y su Guardia Nacional habían resistido el ataque de las tropas prusianas durante seis meses, por lo que la población de París consideraba humillante tanto la rendición como la ocupación.

En el mes de febrero, 2000 delegados de la federación de los batallones de la Guardia Nacional eligieron un «Comité Central» que votó nuevos estatutos para reorganizar la Guardia y aprobó que no se dejarían desarmar por el gobierno, llamando a las principales ciudades francesas a que les imitaran. Las tropas prusianas tenían previsto entrar simbólicamente en París el 1 de marzo, dejando a Thiers que se encargara de la rendición de la capital. La víspera, el 28 de febrero, el comité de la Guardia Nacional mandó pegar en todo París el «Cartel negro» (Affiche noire), un cartel bordeado de negro en señal de luto recomendando a los parisinos que no salieran de sus casas y evitaran todo altercado o manifestación. El día 1 de marzo el ejército prusiano desfiló en una ciudad desierta, limitándose a los distritos XVI, XVII y VIII. La abandonaron el mismo día sin ningún incidente.

Días antes de que los prusianos entraran en París, la Guardia Nacional, ayudada por civiles, había puesto los cañones (que consideraban de su propiedad) a salvo de los prusianos y los había almacenado en distritos seguros situados en las colinas de Montmartre y Belleville, en los límites de la ciudad. El principal «parque de cañones» estaba en las alturas de Montmartre.

Mientras tanto las elecciones legislativas del 8 de febrero, destinadas a sustituir el Gobierno de Defensa Nacional, habían dado a la Asamblea Nacional una mayoría monárquica (dividida entre legitimistas y orleanistas) seguida de los republicanos conservadores, todos partidarios de firmar la paz. En París, el voto fue mayoritariamente republicano radical, encabezando las listas de diputados Louis Blanc, Víctor Hugo, Léon Gambetta y Giuseppe Garibaldi. Por el Pacto de Burdeos, Thiers aseguró a la Asamblea que su gobierno se iba a dedicar a levantar el país, y que de momento no se plantearía el tipo de régimen a adoptar para Francia, dejando de lado la instauración de la República a petición de los monárquicos, bonapartistas y representantes de la alta burguesía