El arte Japonés

El arte Japonés
A lo largo de los siglos, al igual que ha ocurrido en muy distintos puntos y culturas de nuestro continente, una amplia variedad de factores sociales, económicos, políticos, culturales y medioambientales, han tenido su influencia en el desarrollo del arte de Japón. El clima templado, similar al de España, y las cuatro estaciones bien diferenciadas, ofrecen una gran abundancia de símbolos y temas estacionales, tales como el ciruelo, el cerezo, el crisantemo y el arce, representando al invierno, la primavera, el verano y el otoño, que se repiten una y otra vez en el arte japonés. El mitificado amor de los japoneses por la naturaleza se refleja en el uso de materias primas como la laca, la madera, el bambú, y el papel. La alta humedad del clima y los frecuentes terremotos y tifones, que con cierta periodicidad asolan el país, han hecho que el arte japonés recurra a la utilización de materiales ligeros, que por un lado hagan a los objetos fácilmente transportables, y por otro, que sus arquitecturas sean más fáciles de reconstruir. La estética japonesa, más inclinada a admirar la hermosura de las cosas en función de su fugacidad, ha preferido siempre la utilización de materiales humildes y sencillos de encontrar.
La historia del arte japonés no puede ser entendida sin sus contactos con el continente y la gran tradición asiática del arte budista, como no lo puede ser el arte español, sin contemplar sus relaciones con Italia o Francia, y la tradición del arte cristiano. En relación con estas oleadas de influencias del continente, hay que aducir, que los artistas japoneses supieron moldearlas y desarrollar un arte con unos valores estéticos propios, muy particulares.
Mirando el arte japonés desde otro punto de vista hay que decir que su influencia sobre otras culturas fue escasa, si no nula hasta el siglo XIX, cuando los artistas europeos descubrieron sus bellezas artísticas y demostraron hacia ellas una gran pasión. La participación japonesa en las exposiciones universales, consideradas entonces como foros internacionales, contribuyó enormemente a la difusión de su arte en Europa y Estados Unidos. También en España, en la exposición universal celebrada en Barcelona en 1888, hubo participación japonesa, y consta que la colección de estampas de la Biblioteca Central de Barcelona fue adquirida en la muestra. Fueron las cerámicas y los grabados los que mayor impronta dejaron sobre la pintura europea, y por supuesto, sobre las artes llamadas decorativas.
Hoy los artistas japoneses, baste recordar los nombres de algunos como el arquitecto Arata Isozaki, autor del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (1986), o el Premio Nobel de literatura Ôe Kenzaburô, están teniendo una participación cada vez más activa en el desarrollo del arte contemporáneo internacional.

Arquitectura

La mejor manera de entender la arquitectura japonesa tradicional, en especial la doméstica, menos influida por las corrientes continentales, es viéndola como una respuesta hacia el entorno natural. La sociedad japonesa, primordialmente agraria, volcada al cultivo del arroz, desarrolló un elevado sentimiento de cooperación entre los miembros de la comunidad para sacar adelante las cosechas, y de agradecimiento y adaptación al entorno. Se desarrolló un sentimiento de adaptación, y no de defensa frente a la naturaleza, poseedora de un poder al que el hombre no se puede resistir. La imagen de la caña de bambú que se dobla cuando azota el viento, pero que cuando cesa recupera su posición erguida, es quizá el ejemplo comparativo más claro para entender la arquitectura japonesa.
El clima japonés se distingue por unos veranos largos, calurosos y terriblemente húmedos, frente a un invierno corto y seco. Por ello las casas japonesas están pensadas para hacer más soportables los rigores del verano. Así, en el pasado la única defensa frente al calor era permitir circular el aire y crear espacios de sombra. Consecuentemente las paredes de las residencias son movibles, los tejados muy salientes, y la construcción se eleva sobre el suelo para evitar humedades de las lluvias del monzón. Como contrapartida son casas vulnerables a todo tipo de intrusiones: polvo, suciedad, insectos, ruido, y también a la intimidad.

Materiales

La elección de la madera frente a la piedra es quizá una de las características más sobresalientes. Por un lado, la piedra es menos abundante y más difícil de transportar, y por otro, responde peor a las necesidades de absorber la humedad y permitir la aireación de los espacios. Además requiere mayor tiempo de trabajo y preparación. Por otro, la madera absorbe la humedad, no resulta tan fría en invierno como la piedra y es más adecuada para soportar los temblores que se producen casi a diario.
Esta elección de la madera por su flexibilidad a la hora de componer espacios está muy de acuerdo con las necesidades familiares de vivienda y los cambios de estación. Los espacios están divididos por particiones tales como shôji (panel corredero con paredes de tramas de madera y papel traslúcido) o fusuma (panel corredero de paredes opacas de papel), que pueden ser desplazados o retirados, dejando ver espacios totalmente diáfanos, a excepción de los pilares que sustentan las techumbres. Las paredes suelen ser tramas de bambú recubiertas con arcilla hasta alcanzar un grosor considerable, y han demostrado una sorprendente resistencia a los terremotos. En todo momento se buscaron soluciones que dotaran de gran flexibilidad también a las estructuras, de manera que frecuentemente los elementos no están fuertemente fijados, permitiendo una oscilación, y, en caso de desplazamiento, minimizar el daño de las estructuras.
La construcción de la casa le era encomendada al carpintero, daiku, que era el responsable del diseño y construcción de la estructura de acuerdo con los deseos de la familia. El daiku preparaba todos los elementos constructivos en su taller, y en un día podían levantarse las columnas y la estructura del tejado con la ayuda de la familia o algunos trabajadores. Los daiku rara vez se desplazaban de zona, por lo cual no es infrecuente que los estilos arquitectónicos varíen incluso de un lado a otro de la montaña, por ejemplo.

Conceptos de espacio

La palabra ma, cuyo ideograma también puede leerse como ken o aida, es difícil de traducir, ya que engloba significados tales como 'espacio', 'relación', 'intervalo', 'período', 'pausa', dependiendo del contexto, sin embargo, es fundamental para definir el concepto de espacio. En arquitectura este término sirve para hablar de la distancia o espacio existente entre dos soportes, o el espacio entre dos o más paredes, o entre las rocas del jardín, entre los edificios, pero también puede utilizarse para todo aquello entre lo que exista una relación, ya sean personas u objetos. Es esta relación entre los pilares, entre los muros, entre los vanos y lo macizo, entre unos con otros, lo que da como resultado la armonía arquitectónica.
Los muros en Occidente están concebidos como barreras defensivas, separando dos ambientes que se sienten como opuestos. También aquí el concepto de ma está presente, ya que entre el interior de la arquitectura y el exterior existe una relación que no es percibida como confrontación, por ello la pared carece de esa función defensiva y no es una barrera insalvable, sino que puede desplazarse para dejar paso a la directa comunicación de espacios. Ésta es otra de las características más destacables de la arquitectura japonesa y que más han influido en los arquitectos occidentales, la visión de comprender el exterior y el interior no como dos entidades separadas. Así, la casa se prolonga por el jardín, y el jardín penetra en la casa. En las modernas arquitecturas occidentales, los shôji han sido sustituidos por grandes puertas o muros de cristal, que permiten igualmente dicha comunicación. La casa de la cascada de Frank Lloyd Wright es un buen ejemplo.
Un elemento característico de la arquitectura es la baranda o engawa, que sirve de transición entre el espacio interior y el exterior, función que se expresa perfectamente en los materiales utilizados en su construcción. Mientras que el solado interior se ha hecho de tatami, paja tejida y prensada, el exterior es de tierra y piedra, y el suelo de la baranda es de planchas de madera tosca, ni la suavidad interior, ni la tosquedad del exterior. En sus comienzos el interior de la arquitectura japonesa era un gran espacio sin biombos y con un número muy limitado de paredes. De forma gradual los grandes espacios fueron subdividiéndose a escala más humana mediante mamparas o cortinajes, y se fue dando a cada espacio una función determinada, sin llegar a la rigurosa definición de espacios conocida en Occidente. Posteriormente empezaron a utilizarse los biombos plegables y cierto mobiliario como mesas, reposabrazos y lámparas. En un último período las habitaciones individuales comenzaron a definirse por medio de los mencionados shôji y fusuma, que siendo desplazados podían reunificar los espacios.

Templos

La arquitectura religiosa en Japón, tanto los templos budistas, como los santuarios sintoístas, reflejan en sus estructuras sus orígenes chinos y coreanos, ya que junto con el budismo se importaron las artes relacionadas con él. El sintoísmo, cuyo culto principal se centraba en la veneración de los espíritus de la naturaleza, no utilizó las arquitecturas hasta la llegada del budismo, inspirándose entonces tanto en los templos importados como en la arquitectura doméstica, de almacenes y graneros.
El templo budista no es exclusivamente el lugar dedicado a la veneración de Buda, sino que es también el lugar donde viven los monjes o monjas, donde reciben su formación y estudian los sutras, y el lugar al que los fieles acuden. Para cada uno de estos propósitos se levanta un edificio, conformando entre todos un gran complejo. En él se distinguen siete estructuras básicas: la pagoda (tô); la sala de oración principal o sala dorada (kondô); sala de lectura (kôdô); la torre de la campana (shôrô o shurô); el depósito de los sutra (kyôzô); los dormitorios (sôbô); y el comedor (jikidô).
La arquitectura de los primeros templos de los siglos V y VI seguía los patrones chinos de la dinastía Tang, y, aunque importado, este estilo se denominó wayô (modo japonés), y se caracterizaba por las grandes proporciones y la escasa decoración, distinguiéndose del llamado daibutsuyô (al estilo del gran Buda) y del karayô (estilo chino) propio del Zen, que fueron introducidos durante el período Kamakura (1185-1333).
El llamado daibutsuyô se caracteriza por su notable integración de las características arquitectónicas del sur de China, con el estilo tradicional. El mejor ejemplo lo constituye la Gran Puerta del Sur del templo de Tôdaiji, diseñada por Chôgen (1121-1206). El karayô fue un intento de hacer réplicas exactas de los templos zen del sur de China: sus estructuras son más pequeñas y delicadas que los edificios de estilo wayô, y mucho más complicadas en los detalles; sus tejados se curvan hacia arriba, los cercos de las ventanas se arquean, y las puertas son de tablas; y en algunos casos los suelos de tatami o madera eran sustituidos por baldosas. El gran ejemplo de arquitectura karayô que ha llegado hasta nuestros días es el shariden (sala de las reliquias) de Enrakuji en Kamakura. Pronto surgió un estilo ecléctico llamado setsuyô, que era una mezcla de los tres mencionados estilos, y que floreció durante el período Muromachi (1333-1568).
En cuanto a la arquitectura sinto, el recinto no recoge exclusivamente el lugar donde la deidad o deidades (kami) residen, sino que también hay lugares donde los creyentes pueden orar y donde pueden celebrarse distintas ceremonias. Debido a que algunos santuarios están dedicados a personajes históricos, esta arquitectura influyó en las construcciones concebidas como mausoleos, especialmente desde el período Kamakura. Un elemento distintivo del altar o santuario sinto es el torii, especie de puerta que marca la sacralidad del lugar. A diferencia de lo que ocurre en Occidente, los creyentes no veneran a la divinidad en el interior de la estructura, a la que se supone desciende la divinidad al ser llamada por los fieles (honden o shôden). Hay un lugar independiente para ellos llamado haiden.
Durante el período Nara (710-794) la influencia de la arquitectura continental introducida con el budismo se hizo patente en la preferencia por los complicados sistemas de soportes de techumbres, los tejados curvados, los tejados múltiples y las estructuras pintadas de bermellón. El santuario de Kasuga en Nara es el ejemplo más representativo de este tipo. A partir del período Heian (794-1185) la distinción entre arquitectura budista y sinto se fue haciendo cada vez más confusa, aunque se desarrollaran numerosos estilos.

Caligrafía

Es una de las tres grandes artes del pincel junto con la pintura y la poesía. La directa e intensa relación entre estas artes hace que en una misma obra se puedan apreciar las formas de la caligrafía, el alto valor de sus poemas, y la decoración pictórica que acompaña el tema. El origen de la caligrafía japonesa está en China, en el continente, como ocurre con otras muchas artes. La escritura ideográfica de idiomas como el chino, el coreano o el japonés potencia el valor estético y el significado del arte de la caligrafía, que en Japón es considerado como una vía de perfección para el hombre, es el "camino de la escritura", shodô. La belleza de la escritura radica en el carácter del trazo, unas veces duro y austero, y otras fluido y alegre. Por ello, y por constituir una verdadera disciplina, el aprendizaje de la escritura en las escuelas infantiles depende de un modo muy directo de la práctica con el pincel, olvidando con frecuencia el empleo del lapicero.
Así como en pintura conocemos distintos estilos, también en caligrafía se distinguen varios estilos. Son los principales: tensho, o tipo arcaico; reisho, o escritura oficial; kaisho, o de imprenta; gyôsho, cursivo; y sôsho, o "de hierba", un estilo cursivo en el que se enlazan los caracteres. Este último es a la mirada occidental el que parece más artístico por el ritmo y la fluidez de sus formas.
Fue el monje Kûkai (774-835) quien miró a la escritura desde el punto de vista caligráfico y potenció su valor como forma artística. Si bien primeramente la caligrafía se plegó a los modelos llegados de China, la invención de los silabarios kana introdujo en la caligrafía japonesa una de sus mayores transformaciones. La combinación de los silabarios con la escritura de ideogramas chinos aligera las composiciones creando un ritmo mucho más fluido que en la caligrafía china.